“Cuando Gray pasó ante el quiosco cerrado, empezó a llover. El agua cayó tamborileando a través de las capas de hojas otoñales que aún pendían de los árboles; las gotas repiqueteaban sobre el lago y, más allá del parque, destellaban las auras de las torres.

No valía la pena apresurarse por regresar a casa. Se había olvidado la llave dentro, y su esposa no regresaría antes de media hora; por eso decidió dar un paseo por el parque. El quiosco resonaba como un tambor. Su arco descarnado no ofrecía ningún refugio contra la lluvia. Si apretaba más, quizá podría resguardarse un poco bajo los árboles.

El brillo febril causado por la lluvia hacía al menos que los senderos fueran más visibles. El resto del parque estaba oscuro y manchado como un dibujo empapado. Las nubes formaban grandes masas en el cielo, oscureciendo aún más la noche; parecían tan cercanas y espesas como el follaje. una vez que viera las luces de la carretera que lo atravesaba, podría orientarse.

Bajo sus pies, el sendero parecía más de barro que de cemento. ;Acaso los jardineros habían estado removiendo la tierra, o es que él se había perdido? Avanzó dando traspiés, parpadeando; la lluvia le caía sobre la frente y en los ojos. Aquello que había allí delante, entre los árboles chorreantes, ¿era un refugio? Pero no existía ninguna construcción así en el camino que solía seguir para llegar a casa. Entonces escuchó cómo la lluvia repiqueteaba sobre metal. La figura oscura era una caravana.

Había varias, apiñadas como bestias bajo los árboles. Las gotas de agua trazaban regueros sobre la suciedad de sus oscuras ventanas. ¿Tenían derecho aquellas caravanas a permanecer allí? Le estaban privando de su refugio. Al pasar junto a ellas traquetearon como maracas.

Un par de cortinas permanecían abiertas, dejando que la luz cayera sobre la hierba anegada y retorcida, iluminando parte de un anuncio. Gray distinguió algunas palabras: LABERINTO, ESPECTÁCULO DE MONSTRUOS, BIENVENIDO. Las letras se retorcían bajo los delgados chorros de la lluvia. ¿Habrían puesto aquel anuncio allí para que lo leyeran los viandantes? Más bien parecía como si se hubiera caído sobre el barro.

Si las casetas estaban abiertas, quizá pudiera refugiarse allí… Pero nunca había visto un espectáculo de monstruos, y no tenía la menor intención de empezar ahora. Sabía que la deformidad existía, pero eso no le parecía razón alguna para verse envuelto en su explotación.

Mientras avanzaba chapoteando por el sendero, se detuvo de pronto. ¡Cómo! Sólo había podido ver fugazmente un rostro que le contemplaba entre las cortinas. No tuvo tiempo para distinguirlo adecuadamente. Tuvo la impresión de que era un rostro muy antinatural, pero pensó que eso se debió a sus pensamientos previos sobre monstruos.

Ahora, alguien había corrido las cortinas. Junto a aquella caravana, había una construcción baja, sin ruedas. ¿Era allí donde se ofrecía el espectáculo de los monstruos? No, porque pudo distinguir el letrero colgado a la entrada: LABERINTO DEL ESPEJO.

La entrada estaba a oscuras. En el interior, a la izquierda, se abría como en un gran bostezo la estrecha apertura de la caseta donde se compraban las entradas, ahora totalmente a oscuras. Los cabellos empapados le enviaban hilillos de agua espalda abajo; tenía las ropas y las cejas empapadas. Escuchó una nueva y furiosa embestida de la lluvia acercándose por el lago y, estremeciéndose, se refugió en la entrada.

A su lado, una voz preguntó:

-¿No tiene ningún sitio adonde ir?

Retrocedió. Había notado algo ovalado en el interior de la caseta, pero había supuesto que era una pintura, o un anuncio pegado sobre la pared del fondo.

-Sólo me refugio del agua -admitió, desconcertado.

La parte inferior de la sombra ovalada se abrió mucho. La voz era suave como el chaparrón, y casi tan vaga.

-¿Por qué se queda aquí? Entre y eche un vistazo.

-Esas cosas no van conmigo -dijo, pensando que no tenía por qué pedir disculpas-. No me gustan nada los espectáculos de monstruos -añadió con un tono algo más agresivo.

-¿Dice que no le gustan? -preguntó la voz, y Gray no supo si su tono era burlón o triste-. Intente entonces los espejos, si es que dispone de media hora -dijo la voz con la suavidad de un hipnotizador-. Es algo que no olvidará jamás.

Gray se quedó mirando fijamente hacia la oscuridad. Por lo que podía distinguir desde allí, el parque podría hallarse inundado en varios kilómetros a la redonda.

-¿Cuánto es? -preguntó finalmente.

-Cualquier moneda -¿Lo había dicho como un gesto de buena voluntad? Gray se sintió aún más desconcertado. Se metió la mano en el bolsillo y extrajo una moneda

Y una mano surgió por la ventanilla. ¿Por qué llevaba aquel descolorido guante de goma, tan grande que los dedos parecían extrañamente aplastados? Pero aquella mano no estaba enfundada en ningún guante, y Gray no pudo evitar quedarse con la boca abierta.

La mano permaneció con la palma hacia arriba sobre el pequeño mostrador… ¿desafiando su asombro o exigiéndole más dinero? Finalmente, los dedos se cerraron bruscamente sobre la moneda, como una planta que acabara de atrapar a su presa. Uno de los dedos señaló lo mejor que pudo hacia un puerta, destacada ahora por un finísimo borde de luz.

-Está, preparado para usted -dijo la voz. En cuanto Gray abrió la puerta se sintió envuelto por un opresiva atmósfera caliente. Sus ropas estaban húmedas y le colgaban lacias del cuerpo; el abrigo empezó a emitir vapor. El sudor se mezcló con las gotas de lluvia, empapándote la frente. Dio un paso adelante y la puerta se cerró tras él con un clic.

Los primeros espejos estaban polvorientos; el reflejo de su figura, a medida que avanzaba, era vago. El techo bajo estaba apenas a unos treinta centímetros sobre su cabeza. Allí se encendió un luz, produciendo un zumbido; y pudo escuchar muchos más zumbidos en lo más profundo del laberinto. Se sintió contento de no haber pagado más.

Al mirar hacia atrás, se vio a sí mismo flotando en un mugriento espejo situado en la parte interior de la puerta, como si lo hubieran echado al barro.

Se aventuró a pasar por el estrecho pasillo. Si la construcción era tan pequeña como daba a entender su aspecto exterior, no tardaría en haberlo recorrido todo. Los reflejos de sí mismo, extendiéndose hacia el infinito a ambos lados..avanzaron con él, hasta que su desaparición le indicó la existencia de un cruce. Podía girar a la izquierda o a la derecha. ¿Lo echaba a suertes? En respuesta a un recuerdo de algo que había leído -no pudo recordar dónde ni en relación con qué-, sobre un camino que giraba hacia la izquierda, tomó aquella dirección. Y no tardó en tener que girar varias veces más, entre una multitud de su propio reflejo. Aquel truco, ¿no le llevaría de vuelta al lugar por donde había empezado? Pero tuvo que haber calculado mal los giros, porque salió a otro pasillo estrecho muy diferente.

¿En qué sentido era diferente. un luz suspendida del techo zumbaba intermitentemente. Miró hacia los borrosos espejos. El sudor le envió sal hacia los ojos; se los limpió con el dorso de la mano y se quitó el abrigo. ¿Por qué razón el reflejo de sus movimientos le parecía tan poco natural? De pronto, se dio cuenta de que todos los espejos estaban distorsionados.

Bueno, aquello no era más que un truco característico. En uno de los lados del pasillo su figura aparecía hinchada, en un parodia de embarazo; en el otro lado no era más que un reloj de arena dotado de rostro. Junto a aquellos reflejos se amontonaban otros, mucho más extraños. ¿Acaso el propietario había tratado de conseguir mediante trucos extraños lo que al laberinto le faltaba en tamaño?

Gray consultó su reloj. Aún tenía que encontrar la salida. Siguió avanzando. un imagen de carne hinchada se desplegó hacia él, como si estuviera mirando a través de un acuario. ¿Qué camino debía seguir ante este espejo? De nuevo a la izquierda; de ese modo, al menos sabría qué dirección no debería seguir en caso de tener que retroceder.

Su rostro polvoriento se le fue acercando oscilantemente. La imagen era casi tan alta como él mismo, y aplastaba su cuerpo hasta dejarlo a la altura del tobillo. Aquello era fascinante. Si los espejos hubieran estado bien limpios -si el enorme y palpitante rostro no hubiera estado tan borroso-, no se habría sentido incómodo en absoluto.

La única salida de aquel pasillo era hacia la izquierda. Ya debería de estar cerca del final; el laberinto, encerrado en el edificio que había visto en el exterior, no podía ser mucho más grande. Y, de nuevo, tuvo que efectuar varios giros, siempre a la izquierda. Sentía la piel caliente y tan mugrienta como los propios espejos. La cercanía de la carne distorsionada era algo que le oprimía.

Ah, allí había un pasillo más largo. un figura delgada oscilaba en el extremo más alejado; quizás aquel espejo ocultase la salida. Avanzó apresuradamente, echando apenas un vistazo a la miríada de figuras distorsionadas que llenaban las paredes. Cuando volvió a mirar hacia delante, el cristal situado al fondo del pasillo apareció en blanco.

El espejo debía de reflejar su figura sólo a partir de cierta distancia. Quizás aquello no era más que un último intento por confundir a las víctimas del laberinto. Se acercó más al espejo, dispuesto a empujarlo hacia un lado. Y entonces titubeó. Por muy polvoriento que estuviera, no cabía la menor duda de que no era más que un plancha de cristal plano.

¿Qué había visto al otro lado al mirar a través de él? Nadie podía tener aquel aspecto. Sin lugar a dudas debía de haber espejos al otro lado; él había visto un reflejo distante de sí mismo. ¿Dónde estaba la salida? Irritado, se pasó la mano por la frente y se volvió hacia la izquierda.

-Nunca ha estado usted en un laberinto como éste.

Se giró en redondo. La carne se desplegó a su alrededor. La voz había surgido de detrás de alguno de los espejos; de algún modo, el propietario, o quien le había cobrado la entrada, le había seguido de cerca. Gray apretó los labios, aunque un vena palpitaba en su cuello.

Se negó a admitir que se había asustado.

-No es lo que usted esperaba, ¿verdad? Siempre ocurre lo mismo en todas las casetas. Pero no juzgue nunca apresuradamente.

Ahora, el tono de la voz suave parecía más claro: era empalagoso, Y el propietario se recreaba con un maligna satisfacción. ¿Estaba tratando de distraerle, de hacerle perder la paciencia a causa de lo que había comentado sobre los monstruos. Muy bien, la visión de la deformación le hacía sentirse mucho más incómodo de lo que había pretendido. Que le condenaran si preguntaba por el camino de salida ¿Y qué? Miró su reloj. Aún podía disponer de otros diez minutos.

Atravesó salas llenas de espejos, girando hacia la izquierda, siempre a la izquierda. Los ojos le miraban desde separadas burbujas de carne; un maraña de figuras distorsionadas se arremolinaba a su alrededor. El zumbido de las inestables luces parecía aún más fuerte, como si se hubiera abierto un colmena. Las incansables distorsiones te hicieron sentirse mareado. Tuvo que detenerse y cerrar los ojos.

Sin duda alguna, ya debería de haber visitado todas las salas del edificio, ¿No estaría el propietario cambiando los espejos de lugar, para vengarse? Cinco minutos más y preguntaría el camino de salida…. y si el hombre no se lo decía se abriría paso destrozando espejos.

Cuando Gray abrió los ojos, observó un movimiento al fondo del pasillo. Buen Dios, ¿qué había sido aquello? Él mismo, claro: debía de haberse movido sin darse cuenta. Seguramente, sólo había visto un parodia de sí mismo reflejada en el cristal mugriento. Al final del pasillo, al doblar hacia la izquierda, escuchó un clic.

-Estos son los últimos espejos -dijo la voz.

Eso significaba que estaba casi libre. Gray se dirigió casi corriendo hacia el lugar donde le pareció que había sonado la voz. Por encima de él el zumbido se hizo más fuerte; la luz se retorcía en los espejos, Evitó mirarlos al llegar al final del pasillo. A la izquierda, un espejo había oscilado hacia atrás. Sacudiendo la cabeza para librarse del mareo, el zumbido y la opresión, atravesó la abertura.

La sala que había al otro lado era más pequeña que un celda. un luz aún más sombría parpadeaba débilmente en un tubo. Miró los rectángulos de cristal de las paredes. No parecían espejos. ¿Eran pinturas?

-Fue con éstos con los que empecé -dijo la voz desde el otro lado del espejo situado en el extremo más alejado, donde seguramente estaría la salida-. Se supone que no fueron otra cosa que el pago de unos servicios. Uno se encuentra con gente muy extraña en la carretera.

Gray se volvió hacia un panel. No, no era un pintura; era demasiado luminoso. Y, sin embargo, pudo ver el sol poniéndose detrás de unas montañas. Sobre un ladera, un pueblo con torres brillaba bajo la luz. ¿Cómo era posible que el pueblo brillara con mayor intensidad que el cielo, como si estuviera dotado de un luz interna?

La imagen se desvanecía. Momentáneamente, tuvo la sensación de estar contemplándola no a través de un cristal mugriento, sino de un velo de neblina. Avanzó un paso y el cristal quedó inmediatamente opaco. Era alguna especie de truco óptico, nada más que eso. Pero se volvió con rapidez hacia los otros paneles, en los que también se retiraban otras imágenes. Antes de que pudiera distinguir ninguna superficie, todo el cristal quedó gris y opaco.

-Uno más -dijo la voz.

Una de las láminas de cristal no era opaca: la que estaba en el extremo más alejado de la celda. Avanzó hacia ella, extendiendo la mano para apartarla a un lado. Su mano se abultó ante el espejo, hinchándose como un globo cuyo cuello estaba formado por su muñeca. El cristal convirtió sus piernas en columnas achaparradas y le hundió la cabeza como si fuera de cera blanda. Su rostro… Ya no pudo soportar más distorsiones; se sentía mareado y con náuseas. Cerró los ojos.

Abrió los ojos de nuevo cuando escuchó el clic. El espejo se había movido, dejando al descubierto la oscuridad. Avanzó rápidamente, tambaleándose. No había tenido conciencia de lo mareado que estaba; apenas podía caminar o enfocar la vista. Pero tenía que salir de allí mientras tuviera oportunidad de hacerlo. ¿Por qué? ¿De qué escapaba?

En cuanto hubo pasado por la abertura, el espejo se cerró con un clic. Pero lo que notaba bajo sus pies no parecía ni tierra ni cemento…, era más bien como un alfombra desigual. Parpadeó, tratando de enfocar la vista. ¡Buen Dios, estaba en un caravana! Abrió la boca para protestar y se esforzó por recuperar el control de sus labios.

-Ese espejo me convirtió en lo que soy -dijo la voz.

Gray dio unos pasos, tratando de mantener el equilibrio y de levantar la cabeza. De pronto, se dio cuenta de que no era sólo el vértigo lo que le causaba problemas; la caravana se estaba moviendo. Y allí había mucha gente; escuchó retorcerse unos cuerpos en los rincones y en las literas. A medida que sus ojos fueron enfocando la visión, distinguió algo parecido a un mano que sostenía un espejo de mano tendido hacia él. En su configuración ovalada, el reflejo del interior de la caravana aparecía sin distorsión alguna. ¡Dios santo! Sería mejor que le dejaran salir de allí; no estaba dispuesto a que le distrajeran con ninguna otra locura, Pero cuando miró la mano que había extendido para rechazar el espejo, empezó a gemir. Había pasado a través del último espejo distorsionador de una forma múltiple, y con un resultado mucho peor de lo que hubiera podido imaginar.”

 

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